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16 de abril de 2009

Gracias, tú.


Voy a intentar escribir poco. Voy a intentar ser franca, decir poco y que signifique mucho. Voy a hablar sobre ti.
Te conocí un día normal, en una clase normal, en un momento del día normal, en un país normal. Pero lo que no es normal, eras tú.

Me enseñaste a sonreír. Pero no a reírme, si no a sonreír. A sonreír de verdad, a sentirme bien cuando oía tus palabras, a soltar algo gracioso de vez en cuando, a mirarte fijamente sin balbucear, y reír de repente. Esas miradas pícaras que se cruzaban todos los días. Eso es lo que me enseñaste. A decir la verdad con algo más que la mirada. A comprenderte. A ser alguien. A pensar, a existir, a adivinar.

Me enseñaste a creer. A creer en algo que daba por marchado hace tiempo. Me hiciste creer en las oportunidades, en los desafíos, en la adrenalina, en la adicción. Me hiciste creer en lo transparente, en las líneas de colores en los muros de las calles, en versos infinitos acompañados por un beat y unos acordes, en la vida, en las luciérnagas, me hiciste creer en unos ojos verdes. Me hiciste creer en tu sonrisa. Me enseñaste a creer en seis meses. Y me enseñarás a creer en mucho más.

Me enseñaste a dar oportunidades, pues tú me diste una. Y la supe aprovechar. Y conseguí volver a soñar. A pesar de mi timidez, me acercaba a ti, te preguntaba, te sonreía, te saludaba, y me derretía en ese iris verdoso, me encerrabas ahí y yo no podía escapar; no quería escapar. Estaba tan bien contigo. Me sentía demasiado bien. Creía que eras veneno.

Me enseñaste a vivir. A vivir una historia que nosotros inventamos, a vivir esas historias que los demás cuentan con orgullo y nosotros escuchamos con envidia. A vivir y a ser alguien para ti. A pasar de ser “una chica de mi clase” a “mi chica”. A pasar de ser una desconocida a ser casi todo. Porque cuando vives, te das cuenta de lo que importan las cosas de verdad. Gracias a ti lo descubrí. Gracias.

Me enseñaste a mirar. A mirar con dulzura, a mirar con amor, a mirar disimuladamente. A mirarte. A mirar tus pupilas, a mirar tu boca, a mirarte de lejos, a mirarte al detalle. Al mirarte cada dos por tres. A mirar tus pasos. A mirar tus gestos. Porque desde ahí, somos lo que somos ahora.

Me enseñaste a usar el metro, por supuesto. Me intentaste enseñar a arreglar el diafragma y el obturador de la cámara. Me enseñaste mil cosas más. Pero de las que mas te agradezco que me hayas enseñado, son esas.
Gracias por enseñarme a querer de verdad. Gracias. Te quiero.

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No pretendo en absoluto ser la más famosa de todo Blogger, no. Lo que intento es tener un rinconcito en la web para que amantes de la literatura y adictos al placer de escribir se tomen unos minutos para leer algún que otro relato, algún que otro párrafo y para opinar sobre mis minutos de tecleo nocturnos. La verdad, prefiero que os sinceréis conmigo criticando mis poligrafías de manera constructiva; -pues siempre se aprende más de lo que te han enseñado, reprochado y corregido-, que digáis 'está muy bien.' Por una vez, quiero que me juzguen por lo que escribo.