-->

25 de junio de 2009

Carta.


Querido quién lo lea.
Te pido por favor que me envíes tiritas; está desangrándose y manchándolo todo. Se desinfla, se le caen los recuerdos, y ya no bombea. Tengo miedo. Tengo miedo de que el suyo también esté mal, así que por favor envía muchas tiritas, muchas. Se las tengo que curar, sin querer le he arañado y se ha quedado en el suelo sangrando. Y ahora le toca al mío. Por favor quiero que no lo pase mal. Quiero que vuelva como estaba, reluciente con algún raspón cicatrizado y algún trozo de cristal atravesándole. Quiero que me vuelva a sonreír como lo hace siempre, quiero que me dé el cariño que me daba, quiero que lata junto al mío y que, después de todo, no lo pase mal.
Por el camino envíame alguna receta de Como no meter la pata con alguien que te importa y méteme los ingredientes que necesito. Le voy a preparar el pastel más delicioso de su vida relleno de sabrosos abrazos de Oso.
Me importa demasiado para dejarlo pasar. Quiero demasiado su amistad.
Atentamente.
Sara.


19 de junio de 2009

Uno, o otro.


La verdad, no sé que hacer. Demasiadas cosas en las que pensar. Demasiadas preocupaciones.
Mis últimos días en la ciudad han sido trepidantes, emocionantes aunque un poco insólito de alguna manera. Un día estoy con uno, al siguiente estoy con otro, al sucesivo vuelvo con el primero, y al próximo me agarro al segundo. La verdad, es que no sé lo que quiero.
El primero es el prototipo de chico perfecto -es una forma de hablar, pero es que no sé como expresar lo increíble que es-. Durante dos años, ella le hizo daño, y por una vez, él ha abierto los ojos y se ha enfrentado a la verdad; no se hablan, él lo pasa mal, ella admite que le trató mal, él no se fía, él se raya, el me abraza. Y es que no sé qué me pasa -lo mismo que dijo él- con él. Es como un imán, me acerco, y no puedo retroceder, como que me atrapa ahí, y hasta que no le dé un beso no me deja. El problema es que al tener esa situación piensa que yo creo que me está utilizando y por eso no me quiere hacer daño. Pero por suerte -o por desgracia- yo sé controlar mis sentimientos, quiero a quien quiero querer, dejo de querer a quien quiero dejar de querer. Yo le pido amor, él me da amor. Como que cada vez que nos vemos, una cuerda nos ata y no nos podemos soltar. Pero con él me siento tan a gusto, y me importa tanto, que si ella le vuelve a hacer algo, Sarah ataca.
El segundo es el típico chico que se acuesta con cualquier chica que valga la pena. Tatuador, diseñador, dilataciones, piercings, tatuajes; en cuanto a su físico, tiene todo para gustarme. Él me da mimos, pero sabemos que lo único que quiere es sexo, y cuando ya no tenga interés alguno, pasará de mí como ha hecho con las demás chicas. Y aunque no sienta nada especial por él, le habré cogido cariño, que no es lo mismo que quererle. Le conocí por un comentario que le hizo a un amigo sobre mí, decidí agregarlo porque soy muy insegura y a la mínima que dicen algo bueno sobre mí me animo y mi autoestima sube un poquito. Así que poco a poco le fui conociendo por internet y quedamos un día. Es muy mono, pero se pasa un poco con el poco tacto que tiene, y a veces estoy un poco incómoda.
En resumen, ¿qué quiero? ¿Alguien que me llene o alguien para pasar el tiempo?
No sé qué hacer.


5 de junio de 2009

Su acento casi desagradable.

Era la primera vez que tocaba Londres.
Mis padres, por propia voluntad, me enviaron como cualquier chica joven a Londres a aprender Inglés a una familia de Ingleses, con tradiciones inglesas, en una casa inglesa, hablando Inglés. No sabía que decir al respecto, no se me ocurría peor plan para desperdiciar el verano, así que acepté un poco contrariada.
El viaje en avión fue bastante pesado. Veía mujeres mayores con gafas extravagantes llevando maletines con gatos dentro y bebés llorando. De vez en cuando miraba por la ventana y escuchaba música Inglesa para acostumbrarme a sus extraños gustos y a su acento casi desagradable. Las azafatas andaban muy cuidadas y siempre respondían con una sonrisa consagrada, un acento británico suave y una pronunciación casi celestial. Se movían con una elegancia vestida de azul marino y un moño bien atado, preocupadas por el bienestar de todos los pasajeros.
Las dos horas de viaje me calmaron un poco y salí tranquila del avión, rumbo hacia mi nueva vida durante un mes. Llegué con mis maletas a la zona donde supuestamente me tenían que recibir con un café en la mano. Analicé el lugar unos minutos hasta ver un pequeño folio de papel plastificado donde ponía mi nombre escrito con Times New Roman en letras capitales. Parecían entusiasmados de mi llegada a mi no-querido destino. Tenían la piel quemada por el Sol, ambos tenían el pelo rubio casi blanco y unos kilos de más. Sus dentaduras estaban poco cuidadas y hacían sonidos extraños queriendo decir 'come here!' o 'hello!'. Les saludé amablemente y me invitaron a su coche. Entré, y fuimos camino de su casa.
Durante el camino parecía que colores como el azul, rojo o amarillo habían desaparecido de mi vista. Solamente se veían Verdes y Grises; verdes por los árboles, el césped y las plantas, gris por el asfalto y el cielo. A pesar de ser precioso, seguía de mal humor. Por las ventanas se veían gotas pegadas al cristal desplazándose fatigosamente contra el viento.
Después de tres cuartos de hora mirando paisaje y echando de menos Madrid, llegamos a su cottage. Como era de esperar, era la típica casa inglesa con su jardín y su habitaciones forradas de moqueta. Me enseñaron toda la casa, mi cuarto y las reglas de la casa. Me decían que en Inglaterra jamás se saluda dando dos besos como se suele hacer en España, que eso era signo de complicidad, y que los platos eran siempre combinados, no como en mi casa o en los Restaurantes en Madrid, que se piden primeros, segundos y postres. Tenían un gato gris al que llamaron Benne en honor al Big Ben.
Eran las seis, es decir, la hora de cenar. Me sumaron que ellos cenaban delante de la televisión y si prefería comer en la mesa sola. Les dije que sí, que prefería comer en una mesa. Me certificaron mi decisión con una sonrisa.
La comida estaba buena, incluso superior a mis expectativas, pero nunca remplazará una buena tortilla de patata.
Llegué a mi nueva habitación, deshice mis maletas y cogí mi libro. Me familiaricé con mi nueva cama y me dispuse a leer. Mis anfitriones británicos abrieron la puerta y me explicaron que cada día tenía un curso de inglés de 3 horas más actividades de la residencia; eso quería decir que no iba a estar un mes en esta diminuta e incómoda casa.
Después de unas cuantas páginas de mi libro, apagué la luz, me metí en las mantas de mi cama y pensé que iba a ser de mí en estos treinta días.

4 de junio de 2009

Próxima Parada: Los Ángeles DF.


La verdad, no sé como imaginarme este verano. Parece que va a ser el mejor de mi vida, porque tengo un montón de días de vacaciones y me voy lejos de España para desconectar, ponerme el adaptador y enchufarme a los enchufes Americanos. Un mes, dos chicas y dos chicos; una ciudad.
Los Ángeles DF es una ciudad Estadounidense -para el des informado, por si acaso- rodeada de pequeños pueblos de ensueño por la playa o por la montaña. Yo tampoco sé mucho de mi destino (no sé nada, a parte de lo mencionado anteriormente), y de alguna forma es positivo, porque son cosas que ni me he imaginado y no tendré expectativas sobre eso; lo veré y me maravillaré. Y como todos los años, espero que me quiera alguien.
Muchas horas de avión. Adoro el avión. No sé porqué; no puedes hacer casi nada, pero me encanta. Puedo pasarme las nueve horas de vuelo escuchando música y mirando a través de la ventana.
Y cuando lleguemos, los cuatro, nos va a costar integrarnos, a penas dos días, pero el resto va a ser lo mejor. Estaremos con gente de otros países -en NYC habían Taiwaneses, Turcos, Suecos, Daneses...- y conocí a un montón de gente y aprendí mucho sobre sus culturas.
Y el año pasado conocí a Nico, con el cual duré siete meses. Mi récord. Pero bueno, ahora quiero probar algo nuevo, no quiero rallarme, ni melodramatizar la situación, ni nada. Sólo voy a vivir un mes sola como una adolescente de dieciséis años.

Flowers are growing all over my bones.

No pretendo en absoluto ser la más famosa de todo Blogger, no. Lo que intento es tener un rinconcito en la web para que amantes de la literatura y adictos al placer de escribir se tomen unos minutos para leer algún que otro relato, algún que otro párrafo y para opinar sobre mis minutos de tecleo nocturnos. La verdad, prefiero que os sinceréis conmigo criticando mis poligrafías de manera constructiva; -pues siempre se aprende más de lo que te han enseñado, reprochado y corregido-, que digáis 'está muy bien.' Por una vez, quiero que me juzguen por lo que escribo.