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16 de abril de 2009

Risas. Y un final no tan feliz.

Sentada estaba en un escalón de la plaza principal. Ella esperaba tranquilamente, sus pupilas dilatadas hablaban de serenidad y paciencia. Leía -en realidad soñaba letra tras letra- un libro de bastantes páginas, aburrido a primera vista, y escuchaba por un auricular un par de acordes de guitarra acústica con una batería firme y agitada. Sus zapatillas desabrochadas le daban un aire de despreocupación pues su pelo al viento se alborotaba aunque la paz que desprendía su presencia se mantenía. A pesar de los gritos infantiles y agudos por el fondo de la plaza, ella seguía balanceándose en su hoja entintada y soltaba una sonrisa ladeando su vestido de volantes oscuro y ligero. Sus vertiginosas pestañas daban la sensación de que en cualquier instante echaría a volar, pues hacía un día espléndido para la época. Llevaba un maquillaje marcado negro que le rodeaba la mayor parte del ojo y que embellecía su pálido rostro juvenil, tendría alrededor de 16 años. Se podría decir que llevaba unos minutos esperando, pero en realidad estaba sentada desde la primera hora de la mañana -era mediodía y se veía gente en restaurantes- y esperaba algo. O a alguien. Se ve que esa persona le importa más de lo que debería. Se ve que sólo puede vivir con eso.

***

Sus manos agarradas sostenían una libreta negra. Su mirada preocupante atravesaba las ráfagas de viento. Buscaba a alguien. Rostros desconocidos pasaban delante de ella casi invisibles. Chaquetas y sombreros movilizaban la plaza principal, y la primera gota de la tarde cayó. Paralizada, sintió el escalofrío helado de esa chispa de agua y miró al cielo. Poco a poco caía más y más. Su vestido empapado se pegaba a su piel y su precioso pelo perdió aquel brillo matinal. Ya no sonreía. La preocupación le invadía, no encontró lo que esperaba. Huyó del diluvio hacía el primer negocio que encontró. Esperó en la puerta, mirando todos los movimientos de la plaza sin tomar ningún cuidado a su persona. Podía nevar toda la noche. Podía esperar toda la noche, a que apareciese. Eran en torno a las nueve, y después de una media hora ella decidió salir a buscarlo hasta dar con él, puesto que él era toda su vida. Ya no le brillaban los ojos, su esperanzado gesto se desvaneció al pasar la noche. Toda la noche. Seguía lloviendo, y el cielo grisáceo se impregnó de un púrpura opaco poco a poco. Recorrió todas las calles adyacentes a la plaza sin rastro de su vida. Recorrió hasta el más lejano callejón. Y se rindió. Se acostó en el asfalto mojado, y gritó su nombre. Se sentía abandonada, no podía vivir así, abandonada. Desterrada por su propia alma cayó inmóvil y cerró los ojos. Y se durmió, agotada. De madrugada, un coche en la oscuridad visible por sus monstruosos faros se abalanzó por aquel callejón.
Y derrepente, ella ya no existía.

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Flowers are growing all over my bones.

No pretendo en absoluto ser la más famosa de todo Blogger, no. Lo que intento es tener un rinconcito en la web para que amantes de la literatura y adictos al placer de escribir se tomen unos minutos para leer algún que otro relato, algún que otro párrafo y para opinar sobre mis minutos de tecleo nocturnos. La verdad, prefiero que os sinceréis conmigo criticando mis poligrafías de manera constructiva; -pues siempre se aprende más de lo que te han enseñado, reprochado y corregido-, que digáis 'está muy bien.' Por una vez, quiero que me juzguen por lo que escribo.