
París es bonito. Es un sitió de
cafés au lait, bohemios y calles mojadas. Paseos en piedra y balcones adornados con florituras. Ácidos olores a
jardines, puestos de
croissants en cada acera, cochecitos de los años sesenta acariciando el asfalto, miradas perdidas, rostros inseguros, zapatos de tacón,
ojos repletos de placer. Francesitas con boinas y gafas de sol, viento, ojos azules de usar y tirar, polvos puntuales en un hotel
près du centre, bares estirados con vistas a la
Tour Eiffel. Recuerdos atrapados en dos
menu du jour, mandolinas deambulantes por las calles principales, guiños pícaros. Anáforas, hipérbolas, pájaros. Lluvia, grietas en corazones.
Extasis. Niebla, risas, murmullos. Chicas acomplejadas, gris. Siempre, periódicos
Le Monde en el suelo perdidos, lágrimas. Calor.
Paseos por
L'Arc du Triomphe, abrigos negros. Sena,
toilettes, preservativos. Luces en los portales, besos. Gatos, canciones de amor,
Champs Élysées.
Vueltas y vueltas. Carrouseles.
Aujourd'hui, j'aime Paris.
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