Aunque algunas veces me cueste hablar de mí misma -tengo demasiadas cosas que decir, me hago un lío, cambio de tema y me voy de mi problemática-, por hoy haré une excepción. Y esta vez, en cuanto al amor. Sí, sí, ese órgano recogido entre esos dos pulmones que ronronea y parece explotar en algunas situaciones; ese, que me hace sufrir como nadie, encerrándome en mi cabeza y preguntándome sin más
¿Porqué?; ese que se te rompe como un papel arrugado y delicado que ya es inservible; ese, que te ha dado lágrimas y lágrimas cada día riéndose de tu ingenuidad y tu ceguera; ese, que te ha enseñado a alguien como la persona perfecta, el ser más benévolo de la tierra, que le ha ofrecido besos desde el mercado negro, que te ha forzado a darle mimos, caricias, a pasar los mejores días de tu vida y los peores con esa persona; que te hizo idealizarle y taparle con la mano sus defectos; que te permitió soñar hasta el día que rompió y echó sangre. Así es el corazón, traicionero como nadie, que te hace pensar que los errores que el comete los provocas tú; que el día que eche a volar mi imaginación él los coja al vuelo y los destruya con su más vil crueldad. Sin duda, deben quitárnoslo desde el primer día que existimos.
El corazón solo juega y tira los dados, pero a mí nunca me ha salido la Carta más alta.
1 comentario:
Definitivamente, deberían arrancarnos el corazón el primer día de nuestras vidas. Sólo hace daño, nos hace ver perfección donde no la hay.
Me encanta como expresas sentimientos que a veces no pueden expresarse.
Un beso! :)
Publicar un comentario