-->

25 de noviembre de 2010

Mierda, la voy a echar de menos (Parte II)



Era su teléfono. Se me habría parado el corazón si hubiera imaginado su cara, pero ya casi ni me acordaba. Me sentía ajeno a ella. De otro mundo, o incluso de otro universo. Ella es tan diferente a mí; aún no ha pisado la Universidad y sus padres la siguen castigando. Las típicas circunstancias de las típicas adolescentes rebeldes. Pero ella no es típica, si no no me habría fijado en ella.
No habría querido dirigirle la palabra a una niñata paranoíca que quiere parecer mayor.
Cogí el móvil y miré el reloj. Las 9 y media. Se había ido temprano. Supongo que en el momento en el que me dormí ella se marchó. Joder, llevo toda la mañana pensando en ella. La llamaré mañana, o más tarde. ¿Más tarde? ¿Cuando? ¿A las 5, 6 de la tarde? Será mejor que la llame ahora. Sí, y así la pregunto qué tal ha llegado.
Marqué el número del papel.
–¿Sí?
(...)
–¿Qué tal has llegado?
–Pues... me han echado un poco la bronca por que llegué a las 9 casi, pero a parte bien, muy bien.
Aunque no me viera, estaba sonriendo.
–Ah, me alegro.
–¿Y tú? ¿Qué tal has... dormido?
–Bien, me acabo de despertar.
–Qué lindo... escucha, no te he ayudado a recojer, pero te lo recompensaré.
Aquellas palabras salieron de su boca como una brisa caliente que sonrrojó mis mejillas y erizó mi piel. Significaba que la volvería a ver. Y no me importaba cuando, por que volvía a pertenecer a su planeta. Volví a sentirme dentro de su mente.
–¿Y cómo lo harás?
Oí como soltaba una carcajada casi vengativa. A continuación, me dijo:
–Haz una cosa: mira por tu ventana.- Y colgó.
Mi corazón dio un giro de 360 grados. Me sentí increíblemente importante en su vida. Con un gesto desinteresado miré por la ventana. Mi corazón estaba en pleno looping, y después en caída libre. Ahí estaba ella, con un cigarro y una sonrisa enternecedora. Mi corazón parecía haber salido disparado por la ventana. Hacia sus manos. Nos miramos a los ojos una eternidad, y después de diez segundos le pregunto:
–¿Cómo es que estás aquí?
Burlona, contestó:
–Ah, vengo, y ni me saludas. Ni te alegras. Vale, vale...
–Pues claro que me alegro.– le dije, intentando no parecer tan emocionado. Ella sonriendo, me sacó la lengua.
–Me invitarás a pasar, por lo menos, ¿no?
–Tengo una mejor idea, dame un segundo.
Me vestí en dos minutos. Joder, estoy demasiado nervioso. ¿La invito a comer? ¿A un helado? No, no. Mejor que lo elija ella. Me asomé a la ventana:
–¿Te apetece que vayamos por ahí a comer? Invito yo, claro está.
–Vale, pero ¡date prisa!
Bajé disparado a la puerta. Nada más salir, ella me cogió de la mano, me acercó, y me besó. Cada segundo tengo más ganas de ella. Estoy tan agusto amarrado a su cuerpo. Su boca sabe a nicotina, pero no me importa lo más mínimo. Ojalá ella fuera mi adicción.
Hace una mañana espléndida, y el largo bulevar teñía la calle de verde y marfil. Los árboles a los lados bailan con la brisa y las palomas se nos acercan un poco de vez en cuando. Sus ojos brillan y parece que sus pestañas quieren atrapar el sol. A pesar de no haber dormido, me siento genial, como si pudiese estar 100 horas más despierto.
Ella, distraída por el precioso paisaje, se aleja un minuto y vuelve con una flor (y una gran sonrisa).
–¿Te gusta? Es un hibisco.
Nada más ver la flor se reflejaron sus labios en ella. Son del mismo color. Ese rosa pálido pero tierno, jugoso, suave, casi translúcido... qué ganas tengo de morderlo. Pero no voy a parecer un estúpido, así que me voy a contener, cueste lo que cueste. Ah, se me ha olvidado responderla.
–Es una flor preciosa.– No, no lo digas, por dios.– Co...como tú.–¡Mierda! ¡No entiendo como puedo estar tan tonto!
Como no, ella se echa a reír.
–No es posible, las flores son perfectas. A mí aún me queda un largo camino por recorrer. Pero te prometo que seré perfecta.
Llevó el hibisco al pecho, frente al corazón, y cerró los ojos.

No hay comentarios:

Flowers are growing all over my bones.

No pretendo en absoluto ser la más famosa de todo Blogger, no. Lo que intento es tener un rinconcito en la web para que amantes de la literatura y adictos al placer de escribir se tomen unos minutos para leer algún que otro relato, algún que otro párrafo y para opinar sobre mis minutos de tecleo nocturnos. La verdad, prefiero que os sinceréis conmigo criticando mis poligrafías de manera constructiva; -pues siempre se aprende más de lo que te han enseñado, reprochado y corregido-, que digáis 'está muy bien.' Por una vez, quiero que me juzguen por lo que escribo.