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11 de septiembre de 2009

Lucy se desesperó.


Entre las hojas translúcidas, el sol mañanero iluminaba la pálida cara de Lucy, que junto a su gato Nyan, contemplaba la hermosa y lívida ciudad a bajas horas de día.
Esperaba una visita desde la ventana, una persona que le importaba mucho. Pero no en el sentido de cariño, si no en el otro; en el que va más allá de lo físico y contradice cualquier ley matemática que se le eche encima. Eran ya varias promesas por cumplir de esa persona, y Lucy le creía por su inocente confianza.
Se tomó una taza de té verde tranquilamente (pues le quedaban aún unos muchos minutos para su llegada) y se tumbó en la hierba por la mañana. Su camiseta se empapó del rocío de la noche anterior, pero no le importaba. Los pies mojados se asomaban al sol y Lucy empezó a pensar si él se había olvidado de lo de aquel día.
Se levantó de su pequeña siesta (mañanera) y se sentó en frente de la puerta de la entrada, esperando el incómodo timbre (o glorioso) que marcaba el principio de su sueño perfecto.
Eran ya bastantes horas las que había pasado esperando el mínimo movimiento del otro lado de la puerta, y Lucy se extrañó.
"No le voy a llamar, tengo que desinteresarme, o al menos intentarlo", pensó, pero echaba de menos esos besos ácidos y efímeros, así que le llamó; y no contestaba.
Sin querer sucesos de éste tipo pasan a lo largo de nuestras jóvenes vidas, y nos marcan; y es más fácil narrar una historia inventada cuando has vivido ese momento (o eternidad), por que las experiencias personales nos ayudan a crecer y a saber.
Lucy esperó hasta las seis de la tarde (desde las siete de la mañana, cabe destacar) a alguien que no llegó y con el que contactó a esa misma hora. Sus ojos ya no eran los mismos, no mostraban ese afán de querer vivir ni esas ganas por descubrir, ya no quería sacarle las astillas del corazón por que ella quería que éste cicatrizase con ellas dentro. Quería que la cicatriz permaneciera mintiéndola toda su vida, traficando cariño, mintiendo en besos y palabras falsificadas, haciendo como si una parte de ésta perteneciera a su corazón.
O al menos, es lo que ella quería, pero no podía evitar querer la verdad. Y lloraba, lloraba tardes y noches. Lloraba por las mañanas prometidas, lloraba por las palabras engañadas, por esa atención, por esa mirada abisal que le mareaba a cada parpadeo, por esas manos que agarraban su cuerpo delicadamente, por esos escalofríos que le entran al recordar momentos en el que sólo coexistían él y ella alumbrados por aquella tenue y frágil Luna que se asomaba por la ventana vallada.

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Flowers are growing all over my bones.

No pretendo en absoluto ser la más famosa de todo Blogger, no. Lo que intento es tener un rinconcito en la web para que amantes de la literatura y adictos al placer de escribir se tomen unos minutos para leer algún que otro relato, algún que otro párrafo y para opinar sobre mis minutos de tecleo nocturnos. La verdad, prefiero que os sinceréis conmigo criticando mis poligrafías de manera constructiva; -pues siempre se aprende más de lo que te han enseñado, reprochado y corregido-, que digáis 'está muy bien.' Por una vez, quiero que me juzguen por lo que escribo.