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24 de julio de 2009

Y yo ya no sabía ni dónde estaba.


Seguía subiendo la cuesta de la montaña y nos acompañaba un sonido de engranajes un tanto tétrico. Estaba totalmente histérica por la situación y me agarraba a la mano de Álvaro. Sentía ya el vértigo, el agobio y el malestar que se siente al montar en una de éstas; y no me gustaba nada. Incomodidad extasiada, dósis de impaciencia y de temblores me recorrían por todo el cuerpo. Hormigueos constantes recorrían desde las plantas de los pies hasta el cuero cabelludo, como una enfermedad. Faltaba poco, y ya la fiebre me subía a la cabeza, y la incertidumbre de saber que había después de esas vías cuesta arriba, de saber de qué calibre era esa caída que seguía justo después, aumentaba mi tensión. El tren se para, y yo ya no sabía ni dónde estaba.

1 comentario:

begoña ml. dijo...

Las montañas rusas me ponen mala, yo no sé ni dónde estoy desde el principio.


Un beso :)

Flowers are growing all over my bones.

No pretendo en absoluto ser la más famosa de todo Blogger, no. Lo que intento es tener un rinconcito en la web para que amantes de la literatura y adictos al placer de escribir se tomen unos minutos para leer algún que otro relato, algún que otro párrafo y para opinar sobre mis minutos de tecleo nocturnos. La verdad, prefiero que os sinceréis conmigo criticando mis poligrafías de manera constructiva; -pues siempre se aprende más de lo que te han enseñado, reprochado y corregido-, que digáis 'está muy bien.' Por una vez, quiero que me juzguen por lo que escribo.